El éxito no es casual, ni quebradizo, ni frágil. Si trabajas mucho y trabajas bien, y estás dotado para hacer lo que haces, normalmente lo alcanzas. Lo delicado es la condición humana y de qué modo algunas circunstancias llegan a perturbarnos.
El éxito conlleva dinero y poder, y la sensación de que todo se arregla si pagas. Cualquiera que de repente haya pasado a disponer de una cierta cantidad de dinero habrá podido comprobar hasta qué punto algunas puertas antes infranqueables ahora se abren y con qué suavidad se alisan cimas otrora inexpugnables. Pero la primera norma es que por el mismo motivo que es ridículo intentar solventar sin dinero cualquier asunto contable, es inútil y peligrosísimo intentar pagar lo que no puede comprarse.
La segunda norma es tratar de domesticar la vanidad. Por todo lo que destaques van a intentar machacarte, así que procura sobresalir sólo por razón de tu talento y de tu bondad, por hechos de nobleza incuestionable que avergüencen a quien pretenda despreciarlos. Aún así intentarán golpearte, pero si quisiste hacer el fantasma y llamar la atención a base de fanfarronadas entonces seguro que conseguirán dañarte, hundirte, humillarte. La turba, hambrienta de carnaza, vendrá a rematarte.
También la vanidad nos lleva a acumular odios y venganzas que nos hacen perder el tiempo y las fuerzas que necesitamos para ser creativos y brillantes. Lo que nos vuelve netamente superiores a nuestros enemigos no es vencerles sino perdonarles. El odio saca lo peor de nosotros y nos aleja de la imprescindible generosidad. No olvides que el perdón es lo divino y que errar a veces, suele ser humano.
La tercera gran norma es limitar tu ambición. Ni podemos con todo ni podemos llegar a todas partes. No es que tengas que renunciar a lo que quieres, es que tienes que saber muy bien lo que quieres y renunciar a lo demás para que la dispersión no te distraiga. La ambición, en su medida exacta, nos impulsa y nos mejora, nos ayuda a superar retos y dificultades y nos acerca a nuestros propósitos más notables. Cuando ambicionamos en demasía perdemos el control, se nos inflama el yo y se nos vacía el alma.
El éxito no es frágil ni tu mérito escaso. Pero cuesta conservar la calma cuando los deformados espejos de la euforia hacen que te veas como un gigante y la borrachera del poder te hace creer que podrías volar sin alas
Salvador Sostres (Blog del "Diario el mundo")
Porque lo que debería importarnos además de tener éxito, no ser vanidosos ni ambiciosos, es tener la cabeza "bien amueblada" para saber disfrutarlo sin creernos "los reyes del mundo", porque el éxito puede ser tan fugaz como un relámpago pero sus efectos al igual que el del rayo pueden ser devastadores si no sabemos "digerirlo" despacito y "con buena letra".
Dos en una, feliz como una perdiz pero con los pies bien plantados en la tierra y la cabeza en donde tiene que estar y muy bien ordenadita dejando siempre un pequeño espacio a la improvisación y la "locura".
Yo lo unico que sé es que estoy orgullosa de ser como soy, que no cambio por nadie, y que quien me odia, es porque no sabe porque tantos me quieren jajajaja. Y es porque se sonreir a pesar de los golpes recibidos. Porque siempre tengo un chiste, una tonteria, y hago reir a algien y eso es suficiente para ser feliz. Soy tan feliz conmigo misma que no tengo tiempo para criticar a nadie...
ResponderEliminarPor cierto es verdad qe cuando te haces madre, te haces super heroe, ya notarás los cambios ya verás...
Pues claro que si, hay que quererse a una misma, porque asi podrás querer mejor a los demás y viviras mas feliz.
ResponderEliminarY bueno...ya te contaré si cuando sea mami me vuelvo supermami jiji